Chegou a primavera. E con ela chegou o pole que tingue de amarelo a miña gatiña negra. E a procesionaria que engalana os piñeiros como árbores de Nadal. E as floriñas brancas no medio da herba do xardín. Agora xa hai máis días azuis e os cantos dos paxaros semellan ledos abondo. Devagar as árbores tórnanse verdes de novo. O mundo estoura e agroman mil cores. Por fin, hai luz!!!!
Juan Ramón Jiménez reflicte este momento no capítulo 25 de Platero y yo:
"... Entonces, al mirar al campo por la ventana abierta, me doy cuenta de que los que alborotan son los pájaros.
Salgo al huerto y canto gracias a Dios del día azul. ¡Libre concierto de picos, fresco y sin fin!
La golondrina riza, caprichosa, su gorjeo en el pozo;
silba el mirlo sobre la naranja caída;
de fuego, la oropéndola charla, de chaparro en chaparro; el chamariz ríe larga y menudamente en la cima del eucalipto,
y, en el pino grande, los gorriones discuten desaforadamente.
¡Cómo está la mañana! El sol pone en la tierra su alegría de plata y de oro;
mariposas de cien colores juegan por todas partes; entre las flores, por la casa -ya dentro, ya fuera-, en el manatial.
Por doquiera, el campo se abre en estalllidos, en crujidos, en un hervidero de vida sana y nueva.Parece que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida."